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Acnur afronta el éxodo masivo de Afganistán
La Nube / 13 septiembre 2021Más de 2,6 millones de exiliados; otros 550 mil desplazados en el país desde enero. Más de 120 mil, huyendo desde el 15 de agosto, día en que Kabul –con 4,6 millones de habitantes- cayó bajo los talibanes. El 80% de los desplazados y refugiados son mujeres y niños. También la mitad de los muertos, según las crónicas de la prensa. Quienes subsisten, malviven peor que mal, sumidos en la pobreza extrema. El 45% padece desnutrición. La catástrofe humanitaria se ceba en Afganistán, donde ACNUR afronta otro éxodo histórico.
ACNUR afronta el éxodo masivo de Afganistán. En el último medio siglo van quince millones de desplazados y exiliados. El país es un estado fallido, tierra convulsa por la hambruna y las guerras. Por muchas hambrunas y guerras sin un respiro de paz: guerra de Afganistán son palabras que, trágicamente, van unidas.
Ahora vamos por 3,5 millones de desplazados internos y otros 2,6 de refugiados en Pakistán e Irán, principalmente. Desde el 15 de agosto, varios miles han sido evacuados a Estados Unidos y los países occidentales, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR (en inglés, United Nations High Commissioner for Refugees, UNHCR).
España ha acogido a 2.181 personas en un operativo de evacuación de 17 vuelos (“Operación Antígona”), en los que un tercio de los rescatados son niños menores de 15 años y casi la mitad (47%) mujeres con una edad media de 22 años, según datos ofrecidos el 2 de septiembre por el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, difundidos por la agencia Efe.
María Jesús Vega Pascual, responsable de Comunicación y portavoz de ACNUR en España, no se anda con rodeos: “las actuales cifras de desplazamiento por la violencia y las violaciones de derechos humanos son elevadísimas. En esta nueva crisis hemos distribuido ayuda humanitaria a 240.000 personas y hemos alcanzado a más de 1,3 millones en 2021, con actividades dirigidas a comunidades como infraestructuras escolares, centros de reunión y atención social, formación profesional o proyectos para fomentar la autosuficiencia”, declara a este periódico.
“Estamos ante una nueva crisis humanitaria –añade–. Hay muchas personas en situación de alto riesgo, como mujeres, niñas, colaboradores con el Gobierno, con fuerzas militares y organizaciones internacionales… No es nada fácil salir del país. Son muy pocos los que lo logran”.
ACNUR hace un llamamiento a todos los estados para que abran fronteras y permitan buscar refugio y protección a personas cuya vida corre peligro. Pide a las partes en conflicto que “nos permitan llevar ayuda crítica a la población que más lo necesita. No nos cansamos de recordar su obligación de proteger a los civiles”.
Agua, comida, medicinas, apoyo psicológico…
“Las necesidades de la población son ingentes y en ello estamos trabajando. Desde cobijo, materiales de ayuda humanitaria como tiendas de campaña, esteras, bidones para transportar agua y asistencia económica para comprar comida, hasta educación, atención médica y apoyo psicológico para afrontar la nueva situación que están viviendo”, sigue María Jesús Vega.
La mayoría de los refugiados que salieron a lo largo de las últimas cuatro décadas permanecen en los países limítrofes. Pakistán e Irán acogen al 90% del total y también necesitan apoyo para responder al nuevo flujo de refugiados de ahora.
“Es muy triste ver que, en muchos casos, se trata de familias que llevan a sus espaldas cuatro o cinco desplazamientos a lo largo de su vida”, añade la portavoz española de ACNUR. “Imaginaros lo que es empezar desde cero una y otra vez, vivir escondidos, amenazados, perder seres queridos… y esos niños y niñas que no han conocido otra cosa más que el exilio y las bombas”.
Qué pasa en Afganistán
Para entender el conflicto Afganistán hay que conocer la evolución de la guerra de Afganistán y qué está pasando en Afganistán actualmente. La situación viene de lejos. Estalló en 1970 y 1971, cuando las cosechas fueron catastróficas y el país, sumido en la inestabilidad, la violencia y la miseria desde siglos atrás, sufrió una de las peores hambrunas de la Humanidad. A raíz de aquello, Afganistán vivió un golpe de Estado (1973), dos magnicidios, represión (15 mil presos políticos) … Todo antes de llegar a los ochenta.
En diciembre de 1979, fue invadido por la URSS para controlar el Golfo Pérsico. Estados Unidos y China organizaron, financiaron y armaron a la resistencia “fundamentalista” talibana con el mismo objetivo de dominar el Golfo Arábigo. Pakistán colaboró para no quedar “emparedado” entre Afganistán e India, aliados del Kremlin en la región asiática. El balance se saldó con cinco millones de refugiados y un goteo de otros tres millones más hasta 1985.
“No me gusta tu cara”
Cuando Mijaíl Gorbachov instauró la ‘Perestroika’, inició la distensión y ordenó la “vuelta a casa” de los 120 mil soldados soviéticos “invasores” (1989). Pero Afganistán no pudo, no supo o no quiso tener paz.
La situación fue reflejada desde el «minuto uno» de la retirada de tropas de la URSS (extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, СССР en el alfabeto cirílico) por la prensa estadounidense. Uno de sus principales periódicos publicó una viñeta, con la caricatura de dos muyahidines apostados en las montañas rocosas afganas, empuñando rifles etiquetados por la CIA. En ella, uno de los guerrilleros decía al otro: “Ahora que los soviéticos se marchan, Muhammad, tengo que decirte algo: no me gusta tu cara…”
Más que una viñeta, fue un editorial y una profecía que se vería cumplida.
Suma y sigue…
La derrota soviética desembocó en luchas étnicas y enfrentamientos religiosos entre moderados y fundamentalistas, estos últimos alentados por los “Hermanos Musulmanes” (organización terrorista que creó Al-Qaeda) y por Arabia Saudita.
Los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, el 11-S de 2001 (se cumple su vigésimo aniversario) desencadenaron otros veinte años de sangre. Estados Unidos había “alimentado a la “bestia”, antes antisoviética y ahora antioccidental. Nuevamente, guerra Afganistán formaban tándem de palabras más “gemelas” que el World Trade Center neoyorquino. La sinrazón y el paroxismo se anotaron otra victoria.
“Explosión Afganistán”
La situación del país es explosiva, y no sólo por la doble explosión Kabul de agosto en su aeropuerto (casi doscientos muertos).
“El Covid-19 ha sido y es una crisis más y uno de los grandes retos que tenemos en ACNUR es la baja financiación”, comenta María Jesús Vega. “Esto se traduce en cortes de raciones alimenticias, menos apoyo a grupos vulnerables, como mujeres y niñas, imposibilidad de invertir en educación inclusiva… Muchos donantes dicen que están cansados de apoyar año tras año la operación. Pero la población civil no tiene la culpa de vivir en un país que ha sido y sigue siendo escenario de guerras, invasiones y conflictos. Tienen el mismo derecho que nosotros a vivir en paz, que es lo que anhelan”.
Ayudar con un clic
Por este motivo, ACNUR anima a todos los ciudadanos a apoyar haciéndose socios, o contribuyendo económicamente en la medida de sus posibilidades con organizaciones que tengan presencia en el terreno y que están trabajando con la población más vulnerable y los refugiados de Afganistán. Es fácil: basta hacer clic en este enlace del Comité Español de ACNUR.
Este Alto Comisionado de la ONU lleva cuarenta años presente en Afganistán, con oficinas en distintas provincias, y ha atendido a millones de personas desplazadas en anteriores oleadas de violencia. Pero también a afganos que han ido retornando voluntariamente a lo largo de este tiempo, cuando las condiciones en sus lugares de origen mejoraron.
“En lo que va de año, sólo hemos recibido el 45% de la financiación que necesitamos para poder cubrir necesidades básicas y responder ante esta emergencia con una población actual de 3,5 millones de desplazados internos”, se lamenta María Jesús.
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