El rincón de El Butix: ‘¿Quieres que te haga… el humor?’

/ 28 mayo 2013

El Butix al volante

El Butix al volante

Las mujeres tienen el poder, eso es así. Hoy en día, ellas son las que llevan la iniciativa en eso de ligar, son claras, concisas y no pierden el tiempo; quieren a un tío, van se lo ligan y nosotros no oponemos resistencia alguna.

Esto me hace pensar la de años que hemos perdido nosotros dando con la técnica perfecta para ligar. Yo recuerdo que en mi grupo de amigos llegamos a tener hasta ocho técnicas “infalibles” , para salir el fin de semana y pillar cacho. Obviamente no eran tan “infalibles” como nosotros pensábamos, ya que la mayoría de los domingos terminábamos escuchando ‘Carrusel Deportivo’, y la única satisfacción que teníamos era oír que marcaba nuestro equipo.

Pero el solo hecho de la planificación es digno de ser mencionado. Todo empezaba el viernes, se quedaba en el metro, a las 19:00… Claro, que como en aquella época, no había móviles. El que llegaba puntual esperaba en el andén más de una hora a que llegara el último. No era fácil reconocernos porque en esa época todos vestíamos igual: camisa de cuadros, Dockers color beige y botas Timberland. Menos para algunos que tenían alopecia prematura, sólo existían tres peinados: pelo corto de punta, pelo largo o los mas llamativos… pelo rapado excepto una ‘uve’, la cual iba de punta. Ésos eran los chungos.

Solo había un sitio para ir de fiesta. Todos los findes ibas al mismo. Los del pelo de punta, a uno; los de la ‘uve’, a otro; y los del pelo largo eran como el grupo mixto. Tenían sus locales, pero de vez en cuando podían aparecer en cualquiera de los anteriores. Con lo cual, primer error, porque siempre éramos los mismo pollos en el mismo corral, pero éramos insistentes.

Como todo grupo organizado, cada uno tenia su rol. Teníamos al amigo guapo, alto y cachas que era el encargado de entrar el primero en el garito, con ello conseguíamos atraer la atención de las chicas y ocultábamos al resto detrás para tener nuestras opciones. Luego teníamos al simpático que era el que servía de enganche para atraer a las chicas al grupo donde estábamos. Teníamos al culto, que era el que hablaba según se veía si las chicas eran inteligentes o, en su defecto, si eran de intelecto medio mandábamos a la barra a pedir. Y el resto podíamos llamarlos hombres de paja, y no por lo que estáis pensando, sino porque podían desempeñar un papel fundamental según que estrategia escogiéramos esa noche.

Era importantísimo tener un hombre águila: éste es el que en las discotecas de doble altura, pista abajo y barras arriba, daba la vuelta completa con su copa en la mano viendo donde se encontraba el grupo al cual se iba a atacar esa noche.

Una vez había localizado el grupo, volvía con la información y el grupo se desplazaba abriéndose paso entre cubatas, sorteando cigarros -porque las camisas de cuadros se quemaban con mucha facilidad- y, claro está, si el grupo era interesante, estaría rodeado de otros grupos en busca de entablar conversación con el grupo objetivo. Ahí entraba en acción el débil, que es ese amigo delgado con gafas que empujaba al grupo rival y le tiraba la copa. Obviamente, en esa época había mas respeto: nadie pegaría a un débil y menos con gafas.

Cuando la cosa se tensaba, salía el otro amigo, el pacificador, el que decía “eh, eh, eh no pasa nada, hay mucha gente, estas cosas pasan, que estabas bebiendo, venga veníos a la barra y te pido yo una”. Genial. El hueco estaba cogido, ‘pole position’ al lado de las guapas. Todo esto ha llevado su tiempo y normalmente las guapas eran las que tenían que estar antes en casa por lo tanto había que pasar al ataque, y es aquí donde teníamos nuestras técnicas bien depuradas consistían en cuatro tipos de ataque básicamente:

El pico y pala. Esto llevaba su tiempo. Te acercabas y… “hola, me llamo tal, estudias o trabajas, y que haces por aquí? No te había visto nunca…”. «Pues vengo todos los findes, como tú“, pensaría ella; «¿Quieres que vayamos fuera de la pista, que aquí hay mucho ruido?». La invitabas a un 43 con chocolate o un ponche con cocacola y, si tenias suerte, terminabas la conversación con un ‘tengo unas ganas de besarte’. Funcionaba a veces. Lo normal era gastarte la paga del finde y que ella se pillara un pedo a tu costa.

El cazador de conejos. De todos es sabido como se cazan los conejos: es de noche. Cuando pasa el conejo se enciende una luz potente y el conejo queda paralizado mirando fijamente la luz. Pues bien: esto aplicado al grupo era mirar fijamente a la chica que te gustaba hasta que ella cruzaba su mirada con la tuya, cual conejo a la luz. Y tras largos segundos de miradas penetrantes, ella sentía la necesidad de acercarse y decirte: ”¿Qué pasa? ¿Que tengo monos en la cara?”.

La técnica de la bisagra. Ésta sólo era aplicable cuando la chica estaba apoyada en una pared. Tu extendías el brazo, lo apoyabas en la pared, y hacías un efecto de puerta cerrándose hasta que llegabas a los labios de la chica. Obviamente tenía su defecto: tenían demasiado hueco para escapar…

Y, por ultimo, las mas efectiva de todas para poder pillar en la disco era la técnica del adoquín. Esto viene siendo igual a cuando un obrero en agosto esta poniendo adoquines a pleno sol y se asoma a la azotea y ve el contenedor abajo y una ventana de cristal nadie mira, nadie le ve… ¿Qué hace?: lanzar el adoquín y romper la ventana en mil trozos. Llevado a nuestro grupo, veías a la chica, te acercabas, y le plantabas un beso. En el 99% de los casos te llevabas un bofetón, pero como sarna con gusto no pica, podías decir orgulloso que habías pillado en la disco.
Conclusión: una vez más se pone de manifiesto que en esto de ligar, ellas tienen la última palabra. Así que, chicos, suerte y no desistáis.

 

Puedes seguir a Daniel Bautista ‘Butix’ en Twitter:

6 comentarios

You must be logged in to post a comment Login

Deja tu comentario