Los jefes de Estado y de Gobierno del G-7 escenificaron ayer la ruptura de diálogo con Rusia e intensificaron la presión internacional sobre Moscú al decidir celebrar una cumbre en Bruselas en junio en las mismas fechas que el presidente ruso debía acogerles en Moscú.
Los líderes de EEUU, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y Japón recordaron que el G-8 se reunía por «sus creencias y responsabilidades compartidas» y dejaron claro que la actuación de Rusia en las últimas semanas «no son consistentes con ellas». Asimismo, reafirmaron su apoyo a la soberanía, integridad territorial e independencia de Ucrania.
El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, aseguró que la posibilidad de que Rusia deje de formar parte de G-8 «no es un gran problema». El Departamento de Estado estadounidense contestó a Lavrov que la economía rusa se resentirá por no seguir formando parte del G-8.
Lavrov se reunió ayer con su homólogo ucraniano, Andriy Deshchitsia, en La Haya por iniciativa del Gobierno ucraniano. El ministro ruso trasladó al ucraniano los pasos que debería dar Kiev para «establecer un diálogo normal a nivel nacional». Antes de la reunión Deshchitsia había expresado su esperanza de poder discutir fórmulas para resolver, pacíficamente, las actuales discrepancias.
Por otro lado, el Gobierno interino de Ucrania ordenó ayer a sus militares desplegados en Crimea retirarse por completo de las bases ucranianas que aún estaban en manos de las nuevas autoridades. «El Consejo Nacional de Seguridad ha instruido al Ministerio de Defensa de llevar a cabo una retirada de las unidades de Crimea y la evacuación de sus familiares», indicó el presidente interino de Ucrania, Alexander Turchínov.
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(Texto de elaboración propia realizado a partir del resumen de noticias de los servicios de prensa de Moncloa)
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