‘Mi carta a los reyes’, opinión de Javier Astasio

/ 6 enero 2015
Queridos reyes magos, perdón por las prisas de última hora y por la ausencia de mayúsculas, pero es que últimamente no se las pongo ni a dios, os escribo la carta que hace ya muchos años os debía. Yo, como casi todos los españoles y no me refiero a gobierno ni a la mayoría de los diputados, este año he sido bueno, demasiado bueno, diría yo, casi gilipollas y os pido perdón otra vez por el taco, porque me han hecho, nos han hecho, de todo y en todas partes. Pese a eso y porque, después de cotizar durante casi un cuarto de siglo, disfruto de una pensión de incapacidad suficiente para subsistir y ayudar a subsistir a los míos, apenas pido nada para mí y sí mucho para quienes tengo cerca y para este país hasta ahora abandonado a su suerte por quienes han sido elegidos y cobran, y cómo cobran, para velar no por las patrias ni por los símbolos, sino por los ciudadanos, todos, que son lo único que debiera importarles.
Por eso os pido, en primer lugar, que no os gastéis el dinero en carísimos juguetes pata esos señores de uniforme a quienes les gusta jugar con soldaditos, aviones, barcos, cañones y misiles. Tampoco en cascos porras, escudos, pistolas y pelotas de goma para quienes juegan a defender a los malos de los buenos, Preferiría, si me aceptáis el consejo, que empleaseis toda esa pasta, que es mucha,  en hacer llegar el Sovaldi o cualquier otra medicación que les cure, a los enfermos de hepatitis C, que, sin él, empeorarán su estado hasta llevarles a la peor de las muertes. Os ruego, de paso y encarecidamente, que les hagáis ver que, pese a lo que piensan, se duerme mejor con el respeto de los ciudadanos y la satisfacción que con una cuenta en Suiza o en cualquier otro paraíso fiscal o con el culo puesto en el consejo de administración de unos laboratorios o uno de esos «fondos buitre» de batas de colores que tratan de apoderarse de la magnífica sanidad de la que disfrutábamos y que, con nuestras cotizaciones y nuestros impuestos hemos pagado todos. 
También os pido, queridos reyes, que echéis un vistazo a la justicia, poniendo carbón, donde haga falta, por ejemplo en la fiscalía del Tribunal de Cuentas para que de una vez por todas meta mano a los partidos políticos, en cuyos números, dice, lleva años viendo irregularidades, pero no para ahí la cosa, porque también os pido un juzgado -el que tenía u otro nuevo- para el juez Elpidio Silva al que le quitaron el suyo los vecinitos de arriba porque molestaba grandemente a los gamberretes de sus amigos, especialmente a un tal Miguelín Besa, al que encerró dos veces en el cuarto oscuro. También te pido algo, lo más caro, para el juez Ruz: tiempo. Tiempo para que él, que es muy aplicado, pueda hacer todos los deberes que tiene pendientes y sentar en el banquillo a cuanto sinvergüenza ha pasado todos estos años por su juzgado, tenga los padrinos que tenga, se llame como se llame u ocupe los cargos que ocupe.
Te voy a pedir, yo, que no creo en dioses ni en iglesias, que conserves la salud de este buen jesuita argentino que, con el nombre de Francisco, ocupa el sillón de Pedro, que no las habitaciones de sus antecesores Y, de paso, un buen coscorrón, vale el de los peregrinos de la catedral de Santiago, para ese ser desagradable, apellidado Rouco Varela, que, durante años, solo ha vivido para dividir a los españoles y para meterse en lo que no debe de la vida de los ciudadanos. El coscorrón es para que, del golpe, se le recoloquen las pocas ideas que debe albergar su atormentada cabeza y aprenda a ser coherente con la doctrina y la vida que trata de imponer, a sus feligreses y a los que no lo son, mientras él vive como un pacha, a costa del dinero que la iglesia católica debería destinar, y más en estos tiempos, a quienes más necesitan en lugar de pagar el lujoso tren de vida del cardenal jubilado.
Para Jorge Fernández Díaz, el ministro de la porra, las concertinas y las devoluciones en caliente, os pido un buen susto. Un susto como el de ponerle solo y sin papeles, tan calvo y tan blanquito, en la frontera de cualquier país africano con problemas -ya sabéis, ébola, guerra, persecuciones religiosas o hambre- para que compruebe la que sin duda es proverbial hospitalidad africana.
Para Wert, no se me ocurre nada, salvo obligarle a llenar y vaciar una y otra vez las carboneras de su amado, protegido y condecorado Colegio del Pilar y, por ir acabando, que sé que esta noche andáis muy atareados, prefiero que el regalo se lo hagan todos los españoles desengañados y ahora parece que avergonzados por haberle votado en 2011 y todos los que se quedaron en casa o votamos otras opciones que también han acabado defraudándonos.
En fin, queridos reyes, esta es mi carta de este año. Espero no haberos molestado y que no os resulte difícil atender mis peticiones. Por cierto, como os veo con barba y por si sois hipsters, os dejo un cup cake  y un gin tonic de Fever Tree y ginebra premium, con ensalada en el vaso, para cada uno.
Que tengáis buena noche y gracias.
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