En América Latina ya dejo de convertirse en un estereotipo negativo, la convivencia del hijo adulto en la casa de sus padres. En un tiempo se estipulaba como una resistencia a la madurez, el que el hijo adulto no asumiera su independencia. Si bien, es cierto, que existen casos que denotan la existencia al miedo a asumir responsabilidades, conocido como el síndrome de Peter pan. La situación económica latinoamericana ha obligado a la permanencia en el hogar materno por necesidad.


En otros casos, los padres se niegan a que el hijo se emancipe. “Para que vas a pasar trabajo con un alquiler”. El miedo a la soledad,  y la renuncia del rol de madre o padre sobreprotector permanece.


Crítica es la situación cuando una mujer se divorcia, y se ve obligada a regresar al hogar materno con sus hijos. También encontramos al hijo que no ha logrado la independencia, aunque sea profesional y disponga de empleo, o en circunstancias como el desempleo. Los altos costos para la adquisición de una vivienda y los requisitos para obtener un crédito, lleva a postergar la salida del hogar materno.


El retorno implica en muchas ocasiones, la presencia de dificultades por parte de los progenitores. Uno o ambos, pierden la perspectiva de la adultez de la hija, interfiriendo en la crianza y educación de sus hijos.


La invasión del espacio de los hijos, en especial, la mujer. La tendencia materna es a tratar como niños a sus hijos. Negando su capacidad de decisión e independencia.


En esta situación surge la confrontación de sentimientos. La ambivalencia entre autonomía y dependencia. Tanto padres e hijos tienen deseos de ayudarse mutuamente; pero a la vez quieren y necesitan mantener sus cuotas de libertad.


Ya para entonces los padres envejecidos enfrentan problemas de salud, cansancio, y su energía ha menguado. Mientras los hijos se enfocan en su profesión, y metas materiales. Ambos exigen el mismo apoyo de la infancia.


En las familias que viven juntas o muy cercas, surgen los conflictos


Para evitar  es importante que ambas partes dejen claro, los límites y responsabilidades que se asumirán en esta etapa.


Una señal de autonomía es contribuir con una cuota ante los gastos en el hogar. Propios y de los hijos (nietos).


Mantener la comunicación abierta y flexible. Compartir expectativas, preocupaciones. Reconocer que se puede tener diversidad de criterios, pero el hijo adulto tiene que asumir la responsabilidad de sus decisiones.


La condición de padres se mantiene durante toda la vida. Sin embargo, el rol debe cesar en algún momento. Los padres deben establecer una relación de iguales: adulto – adulto con sus hijos. La crianza ya concluyo, y su deber de velar por ellos también.


Establecer relaciones de padres e hijos adultos se mantiene con el tiempo y los lazos intergeneracionales se fortalecen.


Es importante que el hijo adulto establezca objetivos que le permita el logro de su emancipación

Autora: Lic. Milagro Mendoza Twitter:@MilagroMendoza email: psi-milagromendoza@hotmail.com
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Coaching: Hijos adultos en casa, por @MilagroMendoza

/ 28 diciembre 2013

familia

En América Latina ya dejo de convertirse en un estereotipo negativo, la convivencia del hijo adulto en la casa de sus padres. En un tiempo se estipulaba como una resistencia a la madurez, el que el hijo adulto no asumiera su independencia. Si bien, es cierto, que existen casos que denotan la existencia al miedo a asumir responsabilidades, conocido como el síndrome de Peter pan. La situación económica latinoamericana ha obligado a la permanencia en el hogar materno por necesidad.
En otros casos, los padres se niegan a que el hijo se emancipe. “Para que vas a pasar trabajo con un alquiler”. El miedo a la soledad,  y la renuncia del rol de madre o padre sobreprotector permanece.
Crítica es la situación cuando una mujer se divorcia, y se ve obligada a regresar al hogar materno con sus hijos. También encontramos al hijo que no ha logrado la independencia, aunque sea profesional y disponga de empleo, o en circunstancias como el desempleo. Los altos costos para la adquisición de una vivienda y los requisitos para obtener un crédito, lleva a postergar la salida del hogar materno.
El retorno implica en muchas ocasiones, la presencia de dificultades por parte de los progenitores. Uno o ambos, pierden la perspectiva de la adultez de la hija, interfiriendo en la crianza y educación de sus hijos.
La invasión del espacio de los hijos, en especial, la mujer. La tendencia materna es a tratar como niños a sus hijos. Negando su capacidad de decisión e independencia.
En esta situación surge la confrontación de sentimientos. La ambivalencia entre autonomía y dependencia. Tanto padres e hijos tienen deseos de ayudarse mutuamente; pero a la vez quieren y necesitan mantener sus cuotas de libertad.
Ya para entonces los padres envejecidos enfrentan problemas de salud, cansancio, y su energía ha menguado. Mientras los hijos se enfocan en su profesión, y metas materiales. Ambos exigen el mismo apoyo de la infancia.
En las familias que viven juntas o muy cercas, surgen los conflictos
Para evitar  es importante que ambas partes dejen claro, los límites y responsabilidades que se asumirán en esta etapa.
Una señal de autonomía es contribuir con una cuota ante los gastos en el hogar. Propios y de los hijos (nietos).
Mantener la comunicación abierta y flexible. Compartir expectativas, preocupaciones. Reconocer que se puede tener diversidad de criterios, pero el hijo adulto tiene que asumir la responsabilidad de sus decisiones.
La condición de padres se mantiene durante toda la vida. Sin embargo, el rol debe cesar en algún momento. Los padres deben establecer una relación de iguales: adulto – adulto con sus hijos. La crianza ya concluyo, y su deber de velar por ellos también.
Establecer relaciones de padres e hijos adultos se mantiene con el tiempo y los lazos intergeneracionales se fortalecen.

Es importante que el hijo adulto establezca objetivos que le permita el logro de su emancipación

Autora: Lic. Milagro Mendoza Twitter:@MilagroMendoza email: psi-milagromendoza@hotmail.com

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