‘Las cartas marcadas’, opinión de Javier Astasio

/ 3 julio 2015
Nada hay más decepcionante que comprobar que quien debería cuidar de ti no te dice la verdad o se juega tu futuro, el futuro de todos, en el casino de unas elecciones. Pues bien, de eso, los españoles vamos sobrados, porque, allá donde miremos, nos encontramos con gobiernos que administran con el único fin de mantenerse en el poder, a sabiendas de que, si lo pierden, el marrón que dejan se lo van a comer otros.
Lo estamos viendo en los nuevos ayuntamientos, por ejemplo el de Madrid, en donde acabar con la suciedad que crece en la mayor parte de los distritos no consiste sólo en ponerse manos a la obra y limpiar las calles, ya que el servicio de limpieza, junto a los de jardinería están hipotecados por unas contratas irreales, con las que lo único que queda garantizado es el beneficio de los contratistas y el deterioro de los servicios, con el consiguiente aumento de la suciedad y la falta de higiene en nuestras calles.
Algo así es lo que acaba de hacer Mariano Rajoy con el adelanto por sorpresa de la bajada del IRPF para los próximos seis meses, bajada prevista para 2016, con la que busca reconquistar el voto que ha perdido entre la gente que tiene ingresos y tiene que hacer declaración de la renta, un colectivo, un nicho de votos, que se puede colocar perfectamente en el mapa, precisamente en los distritos más pudientes de las ciudades.
Poco parece importarle a Rajoy que, si la jugada le sale mal, si, finalmente no llega al gobierno en las próximas elecciones, todo ese dinero dejado de ingresar en IRPF va a influir en el déficit de este año, perjudicando la posición frente a Europa y la troika y quién sabe si forzando el mantenimiento o el agravamiento de los recortes que su gobierno aceptó sin rechistar y sin escuchar nuestras quejas para desgracia de los españoles de hoy y los del futuro, para desgracia de los trabajadores, de los parados, de los niños y de los ancianos.
Queda claro que Rajoy gobierna para los suyos, que no son otros, aunque haya quien erróneamente se incluya entre los beneficiarios de su política, que esos miles de ricos que han crecido con esta terrible crisis, abonados y regados con el dolor y el sudor del resto. Rajoy ni siquiera gobierna para su partido que, a veces, como en el caso de Floriano, y no lo lamento, se ve que es de usar y tirar. Don Mariano gobierna para el poder. Sí, para un poder que se alza, incluso, por encima del palacio de La Moncloa, un poder que impone sus tarifas eléctricas, sus rescates bancarios a cambio de nada y a costa del bolsillo de los ciudadanos, un poder que nos vende los misiles que pagamos con lo que deberíamos destinara  hospitales, escuelas y residencias de ancianos, un poder que después de desmantelar o de abandonar los correspondientes servicios en la sanidad pública, ofrece mamografías preventivas a precio de oro, en clínicas privadas que, de no contar con ese encargo, irían a la ruina,
Un poder perfectamente informado, cuando no autor o inspirador, de determinadas decisiones del gobierno, que le permite, por ejemplo, fijar a su antojo las tarifas eléctricas o marcar el precio de los carburantes al margen, incluso, de los mercados. Un poder que ha engordado con cada “no” que se le ha dado a Grecia en Bruselas o Berlín. Un poder que se ha permitido humillar una y otra vez a Tsipras y Varoufakis para, al final, enseñar sus cartas, reconociendo que Grecia no podrá comenzar a pagar su deuda hasta dentro de veinte años y que necesita una quita de cincuenta mil euros en la misma.
Y todo porque, no lo olvidemos, lo que importaba, lo que importa también en España, es que los «sin corbata» queden al margen de este juego perverso, de esta partida, en la que los de siempre juegan con las cartas marcadas.
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